viernes, 29 de agosto de 2014

La burbuja de la realidad


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Ya lo hemos dicho muchas veces, pero pienso que es importante volver a insistir en ello: La realidad existe, pero es tan vasta y compleja que nosotros apenas somos capaces de captar una fracción infinitesimal de ella.
Todos los descubrimientos que se van haciendo en las diferentes disciplinas del saber humano contribuyen a confirmar esta teoría. Si la realidad no es infinita, el número de elementos que la componen tienden claramente a infinito y mientras más cosas sabemos acerca de lo que nos rodea y de nosotros mismos más honda parece la distancia entre lo que creemos conocer y lo que realmente existe.

Lo que nosotros llamamos "realidad" no es más que una burbujita que hemos ido construyendo alrededor nuestro con nuestros limitados recursos y luego hemos creído que "eso" era realmente el mundo que nos rodeaba.
Haciendo una comparación un poco grosera, es como si fuéramos insectos en medio del desierto del Sahara que creáramos una coraza con los granitos de arena que encontramos a nuestro alrededor y luego pensáramos que esos granitos son el mundo. Los insectos que viven en las cercanías se harían una coraza semejante a la nuestra -pues los granos de arena que tienen a su alrededor son similares a los nuestros- y luego, cada uno, afirmaríamos que el mundo es nuestra coraza propia. Si alguno de ellos, hablando de su propia coraza, afirmara algo que no coincidiera con la nuestra pensaríamos que está equivocado. Si por alguna circunstancia, viniera a visitarnos un insecto de una zona lejana con una coraza hecha con granitos algo diferentes a los nuestros, entre todos nos pondríamos de acuerdo para dictaminar que ese nuevo insecto no tiene ni idea de lo que es el mundo. Mientras tanto, la verdad sería que ninguno de nosotros tendría idea de que el mundo en realidad es el vasto desierto que se extiende alrededor.

Conocer la realidad al completo es una utopía, es imposible, simplemente no disponemos de los medios necesarios para poder aprehenderla por mucho que lo deseemos.
De hecho, como afirman numeroso neurólogos y psicoterapeutas de la talla de Rodolfo Llinas, Vilayanur S. Ramachadran o Claudio Naranjo, una de las funciones de nuestro cerebro es filtrar la, ya de por sí, sesgada información que nos proporcionan nuestros sentidos en base a estímulos exteriores. Si esta información no estuviera tamizada nos fulminaría el sistema nervioso en un instante. De hecho una de las principales problemáticas de patologías como el autismo es que los afectados tienen serios problemas para filtrar esa información y de ahí que la estrategia de supervivencia sea encerrarse en uno mismo. La información que recibimos es sólo una cantidad ínfima de la que llega a nosotros, el cerebro solamente deja pasar aquella que somos capaces de procesar. Los experimentos que se han realizado con drogas enteogénicas parecen mostrar que uno de sus efectos es una "relajación" de esos sistemas de filtrado que tiene como consecuencia el paso de nueva información que el cerebro interpreta como alucinaciones, sinestesias o incluso revelaciones.

Pero el hecho de admitir que únicamente somos capaces de captar una parte ínfima de la realidad tampoco tiene porque suponer un drama, basta con que seamos capaces de construirnos un modelo de realidad, es decir una "burbuja" lo suficientemente sólida como para que podamos vivir plácidamente en ella y los suficientemente flexible para poder ir ampliando su tamaño para que cada vez englobe un área mayor de la realidad infinita que nos rodea.

La mente es la que crea esta burbuja. Es por tanto desde de este contexto desde donde debemos interpretar la afirmación "Nuestra mente crea el mundo", no es que el mundo sea un sueño ni nada de eso, sino que a partir de la realidad exterior nuestro cerebro fabrica esa versión particular que sentimos como verdadera pero que no es más que nuestra versión. La interacción con los demás nos permite captar un reflejo de sus respectivas burbujas, pero no son más que eso, reflejos. Incluso de las personas que creemos conocer más en profundidad no tenemos mas que una idea muy vaga, y aún esa idea está más influida por nuestra visión que por las características reales de esa persona; de ahí nace la conocida expresión "No te veo como eres sino como soy".

Las herramientas que tenemos para que nuestra mente pueda ampliar el tamaño de esta burbuja y darle forma son las que han puesto a nuestra disposición las distintas ramas de saber humano como la ciencia, el arte, la filosofía, la religión o el misticismo, en definitiva los elementos que configuran nuestra cultura.  No obstante son herramientas delicadas que hay que manejar con sumo cuidado ya que la cultura también es la responsable de la alucinación colectiva en la que vivimos y que llamamos sociedad.

Nos han educado, desde el mismo día de nuestro nacimiento, para que asumamos como verdaderos e incuestionables unos valores sociales generalmente relacionados con la cultura en la que nos ha tocado vivir (nuestros granitos de arena), pero lo cierto es que dentro de esos valores culturales hay muchos elementos que son cuestionables, de hecho nuestra cultura occidental actual promueve unos valores que en muchas ocasiones podrían calificarse de neuróticos.

El sesgo que supone la natural tendencia egocéntrica del individuo humano tiende a hacernos pensar que las cosas no son tan relativas y que hay una serie de valores universales que no cambian y mantienen a las sociedades estables. No niego que dichos valores universales existan, pero estoy convencido de que son muchos menos de lo que pensamos. Simplemente haced el siguiente experimento mental; ante las preguntas "¿Dios existe?" y "¿La tierra es plana?" en nuestra sociedad actual lo que esperaríamos sería no obtener un consenso claro en la primera pregunta y un rotundo NO en la segunda. De quien afirmara a pies juntillas que la tierra es plana pensaríamos que está loco (a pesar de que hay colectivos que aún lo piensan). Ahora imaginad que viajamos 1000 años en el pasado y realizamos las mismas preguntas, muy probablemente el consenso afirmativo en el primer caso sería mucho más intenso y la respuesta a la segunda pregunta no sería tan clara. Pero lo bueno del asunto es que en ambos casos los entrevistados tendrían la absoluta e inequívoca seguridad de estar en lo cierto.

La conclusión es que, cada uno dentro de sus capacidades, hemos de ser lo suficientemente valientes como para cuestionar TODO lo que nos han enseñado, y cuando digo TODO es TODO. Eliminar el miedo a re-evaluar tantas cuestiones como nos apetezca y ser curiosos para contrastar la información que nos llega. A juzgar por los comportamientos que podemos ver en las redes sociales no parece que esta tendencia sea ahora mismo la mayoritaria, pero no pierdo la esperanza de que cada vez mayor número de seres humanos decidan coger las riendas de su propia existencia y empiecen, por fin, a admitir que el mundo lo construimos cada uno con nuestra mente y que por lo tanto el primer paso para cambiar este mundo es transformarnos a nosotros mismos. De ahí que el autoconocimiento sea una herramienta tan valiosa, pero ese es un tema que dejaremos para otro post.

Imagen: CC Antonio Lirio

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